Antes que mi señor padre se dedicara de tiempo completo a andar pedo, se dedicó también a otras actividades igual de decadentes y dañinas para la sociedad. La peor de todas, sin duda, fue ser candidato a diputado por el PRD en el estado de Aguascalientes.
Ése verano yo me había ido de vacaciones a la bella capital hidrocálida y como a mi papá le cagaba que me pasara toda la mañana dormido, toda la tarde jugando fut callejero y toda la noche cheleando en la banqueta, me metió a huevo a las
brigadas del sol.
Las
brigadas del sol se encargaban de recorrer la ciudad casa por casa entregando propaganda y tratando de convencer al electorado de que la mejor opción era votar por el PRD. Estos eran los imbatibles argumentos que yo les presentaba a las pobres ñoras que me abrían la puerta:
YO: Buenos días, señora. Oiga, ¿por quién piensa votar?
SEÑORA: Por el PAN.
YO: Ah... Este... Mejor vote por el PRD, ¿no?
SEÑORA: Eh, no.
YO: Ah, bueno, con permiso...
Otra cosa que nos tocaba hacer era llevar al montón de viejas guandajas de las colonias más jodidas a los pinchísimos mítines, repartirles sus despensas al final y regresarlas a sus casas. A veces nos las ganaban los del PRI o los del PAN y por eso aprendimos a apartarlas desde días antes.
El candidato a gobernador era un ruco hinchado en lana que iba a ser candidato por el PAN, pero que a la hora de la hora lo mandaron a la verga. El viejito casi nunca iba a los mitines porque "se cansaba mucho".
Las brigadas del sol estaban coordinadas por unos güeyes que habían llegado del D.F. porque, obviamente, los hidrocálidos estaban bien pendejos. Uno era un mamón del ITAM que nos apantallaba con palabras como "falacia" o "desodorante" y otro era un chairo de la UAM que no le gustaba Jaime López porque
"es que no es crítico con el gobierno, güey". Una noche los convencí de que fueramos a Las Violetas, la zona de tolerancia de Aguascalientes, en un coche del partido. Pero, lamentablemente, esa noche no había ningún fotógrafo de nota roja que nos tomara una foto y nos balconeara en primera plana.
Un día fue el mismísimo López Obrador a darnos una plática motivacional (por ese entonces él era el presidente del partido o algo así (y no hablaba con acento tabasqueño)). Al terminar salió del auditorio saludando de mano a todos y cuando la extendió frente a mí, se me hizo grosero no estrechársela (la mano). Olía como a Old Spice mezclado con loción Brut y jabón Rosa Venus.
Los miembros de las brigadas del sol recibían 150 pesos semanales. El día que fuí por mi cheque me enteré que a mí no me iban a pagar nada porque mi papá les habían dicho que yo lo hacía por "convicción".
Para el final de la campaña yo estaba tan emputado con mi papá que juré que no iba a votar por él. Pero cuando llegó el día de la elección y me hallé frente a la boleta electoral recordé las sabias e inspiradoras palabras que había pronunciado una niña pobre y desnutrida al ver a mi jefe dando un discurso en un mitin:
"Ah, ¿que los feos también pueden ser candidatos?", y supe lo que tenía que hacer.
Esa noche fuí a la casilla para ver los resultados.
PRD: 2 votos.
El de mi jefe y el mío.