La experiencia se mereció un cinco en la escala Chidoguán de procedimientos médicos (poca invasión de cavidades, poca desnudez y poco surtido en las paletitas que te dan al final), sin embargo, gracias a ella, recibí una noticia que cambió mi vida:
Voy a tener una hernia.
Apenas tiene unas semanas pero ya se le nota su enorme parecido a mí:
Si es una hernia muscular se va a llamar Samuel y si es una hernia intestinal se va a llamar Violeta.
Francamente, no creo ser lo suficientemente maduro como para poder lidiar con todas las responsabilidades que implica tener una hernia, sin embargo siempre me ha repugnado esa gente que anda por la vida levantando el primer garrafón de agua o tanque de gas que se les cruza en el camino y luego se operan para deshacerse de su hernia como quien tira una paleta payaso después de haberse comido sus ojos y boca de gomita. Yo no soy de esos. Aunque ésta no sea una hernia planeada, yo la voy a conservar y la voy a querer y juntos saldremos adelante.
Jóvenes, no les voy a decir que luchen contra su deseo natural de levantar una frondosa y exhuberante maceta si ya se sienten listos para hacerlo. Pero si lo van a hacer, usen protección. Existen suspensorios y fajas ortopédicas de todos colores y sabores. Úsenlos, no tiren su juventud a la basura.
Ah, y tampoco se les vaya a ocurrir coger con un garrafón de agua o un tanque de gas o una maceta, no mamen.